Artículo publicado originalmente en el diario Huelva Información (viernes, 17 de junio de 1994)
Por Roldán el Temerario se conocía en España a Flash Gordon a mediados de los cincuenta, cuando sus tiras de prensa salían en “El Alcázar” (con perdón).
Flash Gordon se crea en 1934, en pleno auge del fascismo y el nazismo. Su figura atlética, rubia y de ojos azules recordaba a la raza aria según la crítica, pero Flash se desmarcó de tales acusaciones al convertirse, en su mundo, en baluarte de la lucha contra la dictadura (¡toma ya!).
Ahora no tengo más remedio que establecer un paralelismo con el otro Roldán, ése que están pensando. No sólo por la coincidencia de nombre sino también porque en las aventuras de Flash Gordon se suceden incesablemente intrigas políticas, sexuales y d espionaje. Claro que, en este caso, merced al propio Luis Roldán y al empujoncillo del inefable Ruiz-Mateos, una vez más la realidad supera a la ficción.
En el planeta Mongo gobierna el emperador Ming, que se apoya en una serie de caciques situados en las más altas cotas de poder. Como se disfruta de un gran avance en telecomunicaciones, no son necesarios los periodistas. Por eso se produce un vacío entre la minoritaria clase política y la masa dominada, sin que los distintos feudos (o sea, comunidades autónomas) supongan más que la mezcla de corruptoras prebendas otorgadas por Ming y de colonias explotadas de un modo u otro... y no cito nombres, que todos los tenemos en mente.
A este tipo de sociedad se enfrentan Flash Gordon y, salvando las distancias, Roldán. Pero Gordon va desde el principio contracorriente y Roldán sale de las filas de los que ahora son sus acériimos enemigos.
Es de risa que las fuerzas de la ley no puedan atrapar a ninguno de los dos fugitivos. El motivo de Ming y sus secuaces está claro que son las “exigencias del guión”: un eventual derrocamiento de Ming o la captura de Flash pondrían en peligro su continuidad como personajes de cómic, lo que supondría su retirada de la “vida pública” (por llamarla de alguna manera). Para disimular, Ming puso a todos los inactivos del planeta Mongo a buscar al forajido por todos los rincones, con lo que, con una especie de contrato temporal, se solucionó el problema del paro (temporalmente, claro). Algunos podrían tomar nota.
Pero, ¿qué le sucede a lo que queda del Gabinete González? Por un lado, se asegura que el ex-benemérito es el prototipo de corrupto y se niega tajantemente la veracidad de los informes que pasa a “El Mundo” desde su escondite. Por otro lado, el Gobierno parece tener miedo de que Roldán siga tirando de la manta, como si en realidad no se tratase de una manta sino de la sábana de un fantasma que es mejor ocultar para no provocar estampidas. Bueno, mejor dicho, para no provocar más estampidas. Y si no, piensen ustedes por qué no se han puesto a trabajar Lobatón y su “pograma” de la tele gubernamental.
Ambos personajes -se han ganado a pulso esa categoría- parecen contar con recursos humanos y económicos ilimitados. Se diría que Flash Gordon ha echado mano de los fondos reservados o de los de alguna asociación de huerfanitos y, aunque sea ciencia-ficción, es lógico pensar que Flash necesite un equipo de “pata negra”, encabezado por su novia Dale Arden y el Dr. Zarkov.
El resto está hecho: es tan fácil que un jugador de polo llegue a astronauta intergaláctico como que un “don nadie” pase por todos los cargos públicos habidos y por haber y al final se apalanque en la Dirección General de la Guardia Civil.
Así va la tira de prensa de Roldán en los medios de comunicación, que todos los días colocan el cartelito de “continuará” manteniendo en vilo a sus lectores, que no saben cuánto tardará en aparecer.
A estas alturas, muchas personas habrán dejado de leer esto pensando que ésta no es manera de tratar un asunto tan serio como la corrupción política y la crisis de Gobierno. “¡Mira que mezclar lo de Roldán con un tebeo!”, dirán. En fin, la vida es un cómic...
Por Roldán el Temerario se conocía en España a Flash Gordon a mediados de los cincuenta, cuando sus tiras de prensa salían en “El Alcázar” (con perdón).
Flash Gordon se crea en 1934, en pleno auge del fascismo y el nazismo. Su figura atlética, rubia y de ojos azules recordaba a la raza aria según la crítica, pero Flash se desmarcó de tales acusaciones al convertirse, en su mundo, en baluarte de la lucha contra la dictadura (¡toma ya!).
Ahora no tengo más remedio que establecer un paralelismo con el otro Roldán, ése que están pensando. No sólo por la coincidencia de nombre sino también porque en las aventuras de Flash Gordon se suceden incesablemente intrigas políticas, sexuales y d espionaje. Claro que, en este caso, merced al propio Luis Roldán y al empujoncillo del inefable Ruiz-Mateos, una vez más la realidad supera a la ficción.
En el planeta Mongo gobierna el emperador Ming, que se apoya en una serie de caciques situados en las más altas cotas de poder. Como se disfruta de un gran avance en telecomunicaciones, no son necesarios los periodistas. Por eso se produce un vacío entre la minoritaria clase política y la masa dominada, sin que los distintos feudos (o sea, comunidades autónomas) supongan más que la mezcla de corruptoras prebendas otorgadas por Ming y de colonias explotadas de un modo u otro... y no cito nombres, que todos los tenemos en mente.
A este tipo de sociedad se enfrentan Flash Gordon y, salvando las distancias, Roldán. Pero Gordon va desde el principio contracorriente y Roldán sale de las filas de los que ahora son sus acériimos enemigos.
Es de risa que las fuerzas de la ley no puedan atrapar a ninguno de los dos fugitivos. El motivo de Ming y sus secuaces está claro que son las “exigencias del guión”: un eventual derrocamiento de Ming o la captura de Flash pondrían en peligro su continuidad como personajes de cómic, lo que supondría su retirada de la “vida pública” (por llamarla de alguna manera). Para disimular, Ming puso a todos los inactivos del planeta Mongo a buscar al forajido por todos los rincones, con lo que, con una especie de contrato temporal, se solucionó el problema del paro (temporalmente, claro). Algunos podrían tomar nota.
Pero, ¿qué le sucede a lo que queda del Gabinete González? Por un lado, se asegura que el ex-benemérito es el prototipo de corrupto y se niega tajantemente la veracidad de los informes que pasa a “El Mundo” desde su escondite. Por otro lado, el Gobierno parece tener miedo de que Roldán siga tirando de la manta, como si en realidad no se tratase de una manta sino de la sábana de un fantasma que es mejor ocultar para no provocar estampidas. Bueno, mejor dicho, para no provocar más estampidas. Y si no, piensen ustedes por qué no se han puesto a trabajar Lobatón y su “pograma” de la tele gubernamental.
Ambos personajes -se han ganado a pulso esa categoría- parecen contar con recursos humanos y económicos ilimitados. Se diría que Flash Gordon ha echado mano de los fondos reservados o de los de alguna asociación de huerfanitos y, aunque sea ciencia-ficción, es lógico pensar que Flash necesite un equipo de “pata negra”, encabezado por su novia Dale Arden y el Dr. Zarkov.
El resto está hecho: es tan fácil que un jugador de polo llegue a astronauta intergaláctico como que un “don nadie” pase por todos los cargos públicos habidos y por haber y al final se apalanque en la Dirección General de la Guardia Civil.
Así va la tira de prensa de Roldán en los medios de comunicación, que todos los días colocan el cartelito de “continuará” manteniendo en vilo a sus lectores, que no saben cuánto tardará en aparecer.
A estas alturas, muchas personas habrán dejado de leer esto pensando que ésta no es manera de tratar un asunto tan serio como la corrupción política y la crisis de Gobierno. “¡Mira que mezclar lo de Roldán con un tebeo!”, dirán. En fin, la vida es un cómic...
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