14 enero 2008

LOS CULEBRONES

Una de las formas más socorridas de proclamarse intelectual en España es meterse con los culebrones televisivos. Nada más fácil, pues esas interminables historias de amoríos, celos, fortunas y venganzas ofrecen abundantes flancos a la crítica y a veces incluso parecen estar hechas para la sátira. Pero los culebrones resisten y sus audiencias baten récords, lo que enfurece más todavía a sus detractores. Posiblemente, este éxito tenga que ver con la necesidad de emoción y romance de un público que lleva una vida gris y aburrida.
Los culebrones son los sucesores de las novelas por entregas del siglo XIX, tan denostadas por los finolis de la época, y de los seriales radiofónicos que hicieron furor entre los años treinta y cincuenta del siglo XX. Voy más lejos… ¿qué fueron la Ilíada y la Odisea sino inmensos culebrones que Homero recitaba por las ciudades helénicas? ¿O los romances medievales y las novelas de caballería? ¿O los tebeos de superhéroes, cuyos protagonistas llevan más de medio siglo de aventuras por entregas mensuales sin apenas envejecer?
No estoy prediciendo que "Falcon Crest" o "Yo soy Bea", o cualquier otro culebrón vayan a pasar a los anales de la Literatura como cualquiera de esas obras. Bueno, algunos sí, porque parece que estén hechos con el ano… pero eso ya es otra historia. Lo que es innegable es que los culebrones van a prestar un gran servicio a los historiadores del futuro que quieran conocer las flaquezas de nuestra época. Y si de paso entretienen a millones de contemporáneos, mejor que mejor.
El culebrón es un producto típicamente americano, aunque hay diferencias regionales. El culebrón del Norte es agresivo, capitalista, dinámico e hipócrita, mientras que el del Sur es lánguido, pobrete y sentimental, aunque ambos responden a esa mezcla de amor y dinero con que se amasan los culebrones, por lo que no morirán jamás.
Hay, además, otro factor importante: es muy difícil llenar tantas horas de programación televisiva. Los culebrones llenan bastantes de esas horas, con gran alivio de las cadenas de televisión, pues llegan ya enlatados. No sé si la televisión consiste en unos cuantos programas "serios" con culebrones en medio, o es al contrario. Lo que es seguro es que reír, llorar, amar, y odiar será siempre más atractivo para los seres humanos que el simple análisis o descripción de un fenómeno.
Quiero decir con todo esto que siempre habrá culebrones, y el mejor remedio contra ellos no es atacarlos, sino mejorarlos. Pero eso es más difícil de decir que de hacer, así que habrá que conformarse con lo que hay. Las televisiones saben que la mejor manera de subir la audiencia de un programa que no acaba de cuajar es ponerlo delante de un culebrón, por el efecto de arrastre que tienen. Así que yo tengo un gran respeto por los culebrones, y por las personas que los ven, y los hacen.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo Gerardo. Pondré un enlace tuyo en mi página.
SALUDOS
PACO HUELVA

Anónimo dijo...

¡Hola Gerardo! Acabo de descubrir tu blog ¡y me encanta!
Tienes toda la razón con lo que dices de los culebrones, nadie los ve pero siguen teniendo audiencia. A mi me recuerda a Camela, nadie los oye, a nadie les gusta, pero vendieron un montón de discos y todos, absolutamente todos sabemos aunque sea tararear alguna de sus canciones. Qué le vamos a hacer...
¡Un saludo!

Anónimo dijo...

¡Hola Gerardo! Acabo de descubrir tu blog ¡y me encanta!
Tienes toda la razón con lo que dices de los culebrones, nadie los ve pero siguen teniendo audiencia. A mi me recuerda a Camela, nadie los oye, a nadie les gusta, pero vendieron un montón de discos y todos, absolutamente todos sabemos aunque sea tararear alguna de sus canciones. Qué le vamos a hacer...
¡Un saludo!