Trabajo sobre la Publicidad (Periodismo, Universidad Francisco de Vitoria, 2.000)
Como detectives privados, la actuación de la pareja era desastrosa: acababa siempre frustrada por las monumentales meteduras de pata de Mortadelo quien, como buen subordinado, declinaba toda responsabilidad hacia su jefe. Y, naturalmente, al final de cada historieta se imponía, como marca de la casa, el consabido garrotazo o la desenfrenada huida para evitar las iras de los airados perseguidores.
Es curioso en este punto que, en sus primeras historietas, Mortadelo y Filemón corrían a par ante los defraudados clientes, pero pronto pudo verse a Mortadelo, concienciado ya de su condición jerárquicamente inferior, corriendo en solitario ante el garrote de Filemón, quien a su vez era perseguido por los perjudicados de turno. Este detalle, nimio en apariencia, significa ya, respecto a lo que era habitual en “Pulgarcito”, una innovación indicadora del enfrentamiento desusado de los dos protagonistas, concordes en principio, consecuente a su incompetencia profesional.
Pero sin duda la más notable novedad, la que cimentó la popularidad y la supremacía estelar de Mortadelo, fue su facilidad para disfrazarse. En cada ocasión, descubriendo su calva reluciente, extraía del anticuado bombín los disfraces más impensados y a la vez los más oportunos para disimularse. Podía en unos segundos transformarse en cosas tan dispares como sereno, buitre, semáforo, bebé, libélula, cubo de basura, hombre rana, apisonadora o mozo de cuerda. Una cualidad que fue diluyéndose con el tiempo hasta quedar convertida en una anécdota esporádica.
Entonces, en sus primeros años, los disfraces de Mortadelo, su despiste soberano y la suprema idiotez con que encaraba las más delicadas situaciones, constituyeron indudablemente los ingredientes más destacados y más apreciados de su comicidad delirante y absurda, multiplicada por la inusitada sucesión de gags a un ritmo trepidante.
Y al fin este estilo de humor logró imponerse. Era precisamente la renovación que convenía a “Pulgarcito. En 1969, justamente en la época en la que el comic iba intelectualizándose en Europa, Mortadelo y Filemón experimentaron un giro trascendental en su ya larga carrera historietística. Cambiaron de profesión, cambiaron ligeramente dc aspecto y cambiaron de ambiente, pero no cambiaron de filosofía. Durante once años consecutivos, desde 1958, habían ido fraguando una personalidad física y anímica, abriéndose camino y labrándose un porvenir ante un público cada vez más numeroso, entusiasmado por la vida absurda y disparatada de la pareja. Mortadelo había ganado ya a su jefe la batalla de la popularidad. Sus dotes de transformista y su cretinismo supino pero simpático le habían asegurado un lugar privilegiado en el ánimo de los lectores. El mantenimiento de la fama y el estrellato, sin embargo, fue duro y precisó de una periódica renovación para atemperarse a la evolución de los gustos sociales. Mortadelo y Filemón supieron evolucionar paulatinamente, pero su renovación total no llegó hasta 1969 cuando ya coronaban su escalada hacia el éxito, y fue este último empujón el que les catapultó a la conquista del mundo.
Es curioso en este punto que, en sus primeras historietas, Mortadelo y Filemón corrían a par ante los defraudados clientes, pero pronto pudo verse a Mortadelo, concienciado ya de su condición jerárquicamente inferior, corriendo en solitario ante el garrote de Filemón, quien a su vez era perseguido por los perjudicados de turno. Este detalle, nimio en apariencia, significa ya, respecto a lo que era habitual en “Pulgarcito”, una innovación indicadora del enfrentamiento desusado de los dos protagonistas, concordes en principio, consecuente a su incompetencia profesional.
Pero sin duda la más notable novedad, la que cimentó la popularidad y la supremacía estelar de Mortadelo, fue su facilidad para disfrazarse. En cada ocasión, descubriendo su calva reluciente, extraía del anticuado bombín los disfraces más impensados y a la vez los más oportunos para disimularse. Podía en unos segundos transformarse en cosas tan dispares como sereno, buitre, semáforo, bebé, libélula, cubo de basura, hombre rana, apisonadora o mozo de cuerda. Una cualidad que fue diluyéndose con el tiempo hasta quedar convertida en una anécdota esporádica.
Entonces, en sus primeros años, los disfraces de Mortadelo, su despiste soberano y la suprema idiotez con que encaraba las más delicadas situaciones, constituyeron indudablemente los ingredientes más destacados y más apreciados de su comicidad delirante y absurda, multiplicada por la inusitada sucesión de gags a un ritmo trepidante.
Y al fin este estilo de humor logró imponerse. Era precisamente la renovación que convenía a “Pulgarcito. En 1969, justamente en la época en la que el comic iba intelectualizándose en Europa, Mortadelo y Filemón experimentaron un giro trascendental en su ya larga carrera historietística. Cambiaron de profesión, cambiaron ligeramente dc aspecto y cambiaron de ambiente, pero no cambiaron de filosofía. Durante once años consecutivos, desde 1958, habían ido fraguando una personalidad física y anímica, abriéndose camino y labrándose un porvenir ante un público cada vez más numeroso, entusiasmado por la vida absurda y disparatada de la pareja. Mortadelo había ganado ya a su jefe la batalla de la popularidad. Sus dotes de transformista y su cretinismo supino pero simpático le habían asegurado un lugar privilegiado en el ánimo de los lectores. El mantenimiento de la fama y el estrellato, sin embargo, fue duro y precisó de una periódica renovación para atemperarse a la evolución de los gustos sociales. Mortadelo y Filemón supieron evolucionar paulatinamente, pero su renovación total no llegó hasta 1969 cuando ya coronaban su escalada hacia el éxito, y fue este último empujón el que les catapultó a la conquista del mundo.
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