Trabajo sobre la Publicidad (Periodismo, Universidad Francisco de Vitoria, 2.000)
Al abordar el tema de la publicidad para niños, no podemos olvidarnos de la contribución de la televisión a la formación de las nuevas generaciones en la cultura de la imagen. Sin embargo, tampoco podemos dejar a un lado el importante papel que ejercen otros medios de comunicación a la hora de aprovechar a efectos comerciales el paso de la infancia y la juventud a compradores en potencia. De hecho, se trata en realidad de una acción conjunta en la que, al coordinarse los lanzamientos simultáneos de héroes para las masas en cine, televisión, novelas, tebeos, juguetes y videojuegos, se provoca un interés inusitado que fuerza aún más el consumo, al mismo tiempo que propicia la utilización del ídolo como líder político, como estimulante del consumo artificial e incluso como símbolo de una manera de entender la vida (recuérdese cómo hasta hace unos años, el personaje Snoopy, del recientemente fallecido Charles Schultz, era estandarte en España de una tribu urbana que hubiese renegado de él de saber que la personalidad de que hace gala en sus tiras de prensa es totalmente opuesta a la de dicha tribu).
Hago referencia arriba al uso del cómic para propagar ideas políticas; esto sería propaganda y no publicidad, pero por seguir procedimientos similares, le hago esta leve mención, al tiempo que señalo que para lograr esa difusión de ideologías, los autores crean estereotipos de buenos y malos, confiriéndoles rasgos y personalidades según las conveniencias y necesidades políticas del momento. Sin embargo, voy a centrarme en los tebeos como vehículos publicitarios, ya que a causa de las necesidades de consumo llegaron a ser un rentable medio para el lanzamiento de ciertos productos, al tener en principio los niños y jóvenes más fácil el acceso a las historietas que a la televisión o al cine que, por cierto, dio sus primeros pasos a la par que las historietas en 1896. Por esta razón, el historietista italiano Hugo Pratt (1927-1996) diría que “el cómic es el cine de los pobres”.
El I Congreso Mundial del Cómic (Italia, 1965), atrae la atención de los intelectuales hacia un medio de expresión potenciado por el pop art, un estilo pictórico que terminaría abriéndose paso en el Louvre en 1967. Voy a rescatar aquí diversos comics infantiles que, precisamente en torno a esas fechas clave, han destacado por una popularidad propiciada por el apoyo de otros productos destinados al consumo infantil y juvenil. En concreto, he elegido un manga, o historieta japonesa, un comicbook de superhéroes norteamericanos y por último un tebeo español de toda la vida.
Hago referencia arriba al uso del cómic para propagar ideas políticas; esto sería propaganda y no publicidad, pero por seguir procedimientos similares, le hago esta leve mención, al tiempo que señalo que para lograr esa difusión de ideologías, los autores crean estereotipos de buenos y malos, confiriéndoles rasgos y personalidades según las conveniencias y necesidades políticas del momento. Sin embargo, voy a centrarme en los tebeos como vehículos publicitarios, ya que a causa de las necesidades de consumo llegaron a ser un rentable medio para el lanzamiento de ciertos productos, al tener en principio los niños y jóvenes más fácil el acceso a las historietas que a la televisión o al cine que, por cierto, dio sus primeros pasos a la par que las historietas en 1896. Por esta razón, el historietista italiano Hugo Pratt (1927-1996) diría que “el cómic es el cine de los pobres”.
El I Congreso Mundial del Cómic (Italia, 1965), atrae la atención de los intelectuales hacia un medio de expresión potenciado por el pop art, un estilo pictórico que terminaría abriéndose paso en el Louvre en 1967. Voy a rescatar aquí diversos comics infantiles que, precisamente en torno a esas fechas clave, han destacado por una popularidad propiciada por el apoyo de otros productos destinados al consumo infantil y juvenil. En concreto, he elegido un manga, o historieta japonesa, un comicbook de superhéroes norteamericanos y por último un tebeo español de toda la vida.
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